A ver si nos enteramos de una puñetera vez. Éste texto no es mío, es de la RAE... más que explicado y aclarado.
Recientemente, se ha suscitado una polémica por el uso incorrecto de
los géneros gramaticales (femenino y masculino) en lenguaje
administrativo, “político” y periodístico. En este sentido, la Real
Academia Española (RAE) ha señalado como ejemplo de esta incorrección, a
la redacción de la Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela.
Más allá de toda esa discusión, debe explicarse lo que plantea la
Academia al respecto. La RAE establece al masculino como el género
gramatical no marcado (genérico) es decir, están incluidos los
individuos de ese sexo, pero también el femenino, todo el conjunto,
tanto en plural como en singular. Ejemplos: “Un estudiante debe
esforzarse para obtener buenas calificaciones” o “Los hombres
americanos” (seres animados racionales: varón o mujer. Grupo determinado
del género humano). Los casos anteriores, se refieren al uso genérico
del masculino. Sin embargo, por motivos de contexto, algunos podrían
entender o interpretar que se trata solo de varones, lo cual no es
cierto.
A pesar de lo anterior, se observa una insistente disposición a
utilizar los dos géneros: “niños y niñas, ciudadanos y ciudadanas,
usuarios y usuarias, todos y todas”, etc., y en tal sentido, la RAE
expresa textualmente que: “El circunloquio es innecesario en estos
casos, puesto que el empleo del género no marcado es suficientemente
explícito para abarcar a los individuos de uno y otro sexo”.
Sin embargo, es importante señalar que solamente se acepta “amigos y
amigas” como sinónimo de “señoras y señores” o “damas y caballeros”,
como tratamiento de cortesía, universalmente conocidos.
En el caso específico de Venezuela, no deja de sorprender que muchos
ciudadanos no estén enterados de que ese lenguaje utilizado en nuestra
Constitución, así como en muchas otras leyes y “de uso obligatorio” en
algunas instancias oficiales, es redundante y no aceptado por la RAE, ya
que son más de trece años escuchándolo, especialmente desde el
oficialismo y actualmente parece “muy normal” esta errónea práctica. Sin
embargo, cuando se enteran de la realidad, muchos inclusive “agradecen”
que esto no sea así, ya que muchos rechazan contundentemente esta
tediosa palabrería.
Desde que tenemos uso de razón, al decir “niños” (sustantivo de
género no marcado) están incluidas las niñas también, así crecimos y
ninguna se “traumatizó” por eso. Pero, en este mismo grupo, están
comprendidas quienes ahora por razones meramente políticas, están a
favor de que la Constitución y otras leyes, estén redactadas con este
lenguaje no sexista, afirmando que “es uno de los principales logros de
la revolución”, en el cual se “visibiliza” a la mujer.
No se trata de discriminación como algunos alegan, “ninguna mujer”
debe sentirse excluida ni apartada por este motivo, ya que no hay razón.
Considero que las conquistas sociales nada tienen que ver con el
idioma, el cual, dicho sea de paso, por otras causas, ya está
suficientemente deformado.
El problema no es de género ni tampoco de sexismo (discriminación de
personas de un sexo por considerarlo inferior al otro) sino de
redundancia. “Las médicas y los médicos”, para referirse a un grupo de
médicos, donde hay profesionales de uno y otro sexo, no es correcto, en
el grupo “los médicos” están incluidas las “médicas” también.
En contradicción, ha sido tal el abuso y la arbitrariedad con este
lenguaje en nuestro país, que se “rechaza” el uso de términos en
femenino (títulos o profesiones) como: médica, abogada, arquitecta,
ingeniera, concejala, presidenta, jueza, y similares, que sí son
correctos y admitidos por la RAE. En tal sentido, sería conveniente
entonces que ya las diferentes universidades o casas de estudio,
comenzaran a imprimir los títulos académicos en femenino, al igual que
lo hacen en masculino, si de contribuir con los derechos de la mujer se
trata.
De lo anterior, se deduce que si entonces lo que quiere lograrse es
“visibilizar a la mujer” y defender su posición en la sociedad, lo
apropiado es utilizar los términos en femenino para referirse a ellas.
No obstante, hay mucha “resistencia” y algunas, aún hoy en día,
prefieren usar la forma masculina, quizá porque la ven más prestigiosa
en unos sectores. Además, dichos vocablos son rechazados en nuestro
entorno, debido a que diariamente, por toda clase de medios,
constantemente someten hasta el hastío a la molesta repetición del
recargado lenguaje “no sexista”: los diputados y las diputadas, los
electores y las electoras, los usuarios y las usuarias…
En esta “anarquía del idioma”, también se emplea impropiamente la
arroba (@) para “abarcar” a los dos géneros en una palabra, no siendo
este un signo lingüístico. Tampoco “ahorran” caracteres (excusa para
justificar este error). Entiéndase que “todos”, incluyen a “todas”,
“todos y todas” no es correcto, por consiguiente, escribir tod@s,
amig@s, niñ@s, etcétera, no es conveniente.
Tampoco es adecuado valerse de los artículos en femenino y en
masculino: “las y los usuarios”, “las y los niños”, etc. Lo correcto es
los usuarios, los niños, como ya se explicó anteriormente.
Actualmente, personas ajenas al Gobierno han tomado como usuales
estas expresiones, por lo cual es frecuente oírlo de periodistas,
comunicadores sociales, locutores, artistas del mundo del espectáculo y
otros. Es más, se ha convertido en una “pandemia latinoamericana” y
diría que hasta “hispanoamericana”, ya que de igual manera es muy
utilizado por otros mandatarios, especialmente de las regiones vecinas,
al dirigirse a sus ciudadanos como: “argentinos y argentinas”, “chilenos
y chilenas”, “mexicanos y mexicanas”…
Por último, debo aclarar que a pesar de todo lo anteriormente
expuesto, respeto profundamente a quienes opinan lo contrario y están de
acuerdo con el uso del llamado “lenguaje no sexista”. La RAE no se
muestra conforme en este sentido, pues se fundamenta en que destruye la
economía del lenguaje y como indicamos anteriormente, es rechazado
también por gran parte de los hispanohablantes. No pertenezco a la
Academia, pero como en toda discusión, debe prevalecer la tolerancia, el
consenso y el acuerdo entre las partes.
Fuente