EDITORIAL DE “ABC”
10-03-10
HA transcurrido la mitad de esta segunda legislatura de Rodríguez Zapatero al frente del Gobierno y el balance de la situación, sin catastrofismo alguno, pone a España ante un futuro de decadencia en los principales capítulos que definen a una sociedad moderna.
La crisis española no es sólo económica, y aun siendo ésta muy grave, hay otras mucho más estructurales y dañinas.
Ahora bien, nada está sucediendo por azar: junto con los factores cíclicos que afectan a toda nación, España sufre las consecuencias de unas concretas decisiones políticas tomadas por el PSOE, antes incluso de recuperar el poder en 2004, para alimentar una estrategia de revisión histórica revanchista.
Tras la ominosa derrota de 2000, el PSOE se conjuró para evitar nuevas victorias de la derecha y no dudó, desde el pacto del Tinell, en 2003, en desvincularse de los valores de la Transición , que consideraba un pacto claudicante ante la derecha, y en instaurar un discurso que trataba al Partido Popular como un enemigo y no como un adversario.
La división de la sociedad española en posiciones irreductibles era el escenario deseado por el socialismo para recabar la adhesión de la extrema izquierda y de los nacionalismos radicales. Éste ha sido el fundamento de las victorias electorales del PSOE en 2004 y 2008.
Nada ha quedado a salvo de este movimiento destructivo de los lazos de convivencia. Si el citado pacto del Tinell sentó las bases de una dinámica frentista, su primera formulación legal, el Estatuto de Cataluña, solemnizó la ruptura del Estado unitario y autonómico pactado en la Constitución de 1978.
Y esa misma mano disolvente se aplicó a los fundamentos del sistema y la nación.
No hay precedentes de una inestabilidad como la que aflige al Tribunal Constitucional, o de un malestar como el que refleja un Poder Judicial politizado y acosado.
El sistema educativo se ha deslizado por el camino de la mediocridad, cercenando las expectativas de progreso de cientos de miles de jóvenes, privados de cualificación para el futuro.
La proyección exterior de España consiste en el vagabundeo de una diplomacia errática, oscilante entre el abrazo a dictadores -pagado con desprecios- y el abandono de nuestros aliados y vecinos. La presidencia española en Europa se califica por sí sola.
Tampoco se ha privado el Gobierno de practicar un intervencionismo moral agresivo contra la sociedad, con leyes como el matrimonio homosexual o el aborto libre.
Y, por supuesto, se ha aplicado con ahínco a la tarea de remover la dolorosa historia reciente de esta España menguante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Deja tu comentario, seguro que todos aprendemos algo de ti.