A principios de 1850, la congestión del tráfico en la ciudad de Londres y sus alrededores había aumentado considerablemente.
Las principales estaciones de ferrocarril se encontraban alejadas del centro, lo que hacía que los viajeros completaran el viaje al centro de la ciudad por carretera.
Dos décadas antes ya se había estado estudiando la posibilidad de un transporte colectivo que trasladase a los viajeros hasta el centro y diferentes puntos de la ciudad, pero no fue hasta 1854 cuando se decidió y aprobó en el Parlamento Británico una ley para construir un transporte subterráneo que fuese desde la estación de Paddington hasta Farringdon Street pasando por la estación central de King's Cross.
El proyecto se puso en marcha en gran parte gracias a la presión ejercida por Charles Pearson, procurador de la Corporación de la Ciudad de Londres (City of London Corporation).
Tras 9 años de obras el Ferrocarril Metropolitano se inauguró el 10 de enero de 1863.
Un periódico londinense de la época aseguró que el nuevo medio de transporte era "un insulto al sentido común suponer que la gente pudiera preferir ser transportada por el fétido subsuelo de la ciudad". Pocos meses después 26.000 viajeros habían utilizado el nuevo y rápido medio de transporte.
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