5.4.09

EL OTRO LADO DE FÁTIMA

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Extractado del libro 'Misterios de la Iglesia'
de Carmen Porter

Una mujer sin cabeza

Hay acontecimientos que han sido hábilmente «eliminados» de las crónicas oficiales de los sucesos de Fátima.

Varios meses antes de que las apariciones de la Virgen en Cova da Iria estuvieran en boca de todo Portugal y de media España, se produjeron hechos aún más inauditos si cabe. Entre abril y octubre de 1915 Lucía, que se encargaba de llevar a pastar el ganado a las tierras familiares, y otras tres pastorcitas -María Rosa Matías, Teresa Matías y María Justino- se encontraban con sus ovejas en un cerro conocido como Cabeço, cerca de Aljustrel. Como cada jornada, después de comer las viandas que sus madres les preparaban para soportar mejor el día, comenzaron a rezar el rosario.

A los pocos minutos, una de las niñas se quedó atónita ante la visión que se dibujaba al frente. Avisó a las demás y las cuatro pudieron observar cómo encima de unos árboles, suspendida en el aire, aparecía una figura blanca - «parecía vestida de nieve»- a la que «los rayos del sol iluminaban de lleno», dándole una singular transparencia. Así explicó Lucía el verdadero primer hecho insólito del que fue testigo:

"De buenas a primeras vemos que, sobre la arboleda del valle que se extendía a nuestros pies, se detenía como un nube, más blanca que la nieve, algo transparente, en forma humana. Parecía una persona envuelta en un lienzo".

Una de las muchachas fue corriendo a su casa y con gran congoja aseguró a su madre que había visto encima de un árbol «una cosa blanca que parecía una mujer sin cabeza, que no tenía ni manos ni ojos».

«El ángel», como más tarde denominarían a aquel extraño ser, se volvió a dejar ver en otras dos ocasiones por Lucía, Jacinta y Francisco, a los cuales nadie creía.
La Virgen se aparece a los tres pastorcillos

El 13 de Mayo de 1917 amaneció soleado. Era domingo y los pastorcillos acudieron muy temprano a oír misa con sus familias.

Jacinta había cambiado mucho desde la visita del «ser de cristal» y aprovechaba cualquier instante para hacer sacrificios y rezar con gran devoción. Pero no se pudo resistir al juego que su hermano propuso y así comenzaron a construir una cabaña con piedras. De repente un «rayo» se dibujó en el horizonte. No había nubes y el sol brillaba con todo su esplendor. Sabiendo lo peligrosas que pueden a llegar a ser las tormentas en el monte, decidieron que lo mejor era volver al pueblo.

En pocos minutos juntaron los rebaños y comenzaron a descender por el camino de la cuenca. Al pasar al lado de una robusta encina, otro rayo, más fuerte, los vuelve a asustar. Aceleran el paso, pero pocos metros después quedan inmovilizados ante una mata de carrasca de poco más de un metro de alta, sobre la cual se halla una mujer «más brillante que el sol».

- No tengáis miedo, no quiero haceros daño alguno.

Lucía, precavidamente, le pregunta:

- ¿Usted de dónde es?

- Soy del cielo.

- ¿Qué es lo que quiere usted de mí?

- Vengo a pediros que vengáis aquí seis meses seguidos, el día 13 a esta misma hora. Después diré quién soy y lo que quiero. Y volveré aquí todavía una séptima vez.

Tras charlar varios minutos con los niños, la figura

"...abrió las manos comunicándonos una luz muy intensa como un reflejo que de ella salía penetrando en nuestros pechos [...]. Comenzó entonces a elevarse serenamente en dirección al oriente, hasta desaparecer en la inmensidad del espacio, rodeada de una luz muy viva que iba como abriéndole camino en el círculo de los astros."

La descripción oficial que se divulgó sobre la mujer que se había aparecido a los pastorcillos es la siguiente:

"Manifiesta tener de quince a dieciocho años. El vestido blanco como la nieve, sujeto al cuello con un cordón de oro, le baja hasta los pies, que rozan apenas las hojas de la carrasca. Un manto, todo bordado en oro, le cubre la cabeza y todo el cuerpo. Tiene las manos juntas delante del pecho en actitud de orar y de ellas cuelga un rosario de cuentas blancas...".

Son términos que, ajustándonos a la verdad, no tienen nada que ver con la primera declaración que los niños hicieron ante el canónigo Manuel Nunes Formigao.

Es más Lucía, nunca dijo haber visto a la Virgen, ni lo reconoció, como podemos comprobar en una conversación mantenida con su tío Marto, que al escuchar la historia de labios de la pequeña espetó:

"- Si los niños han visto a una mujer vestida de blanco, ¿quién podía ser sino Nuestra Señora?

- No sé si era Nuestra Señora. ¡Era una mujercita muy bonita!"

Como el lector comprenderá, debido al contenido paranormal que se relataba, estos hechos estuvieron durante muchos años dormidos hasta que gracias a la investigadora Fina d´Armada y Joaquim Fernandes salieron a la luz.

La historiadora D´Armada consiguió, en 1978, una beca del Instituto Nacional de Investigaciones Científicas para hacer un estudio sobre la situación de la mujer durante la Primera República. Pero su sagacidad la llevó a adentrarse en los archivos del primer historiador de los acontecimientos de Fátima, el reverendo Formigao - también conocido como vizconde de Montelo-, y extraer una información única que recopilaría en su obra As apariçoes de Fátima e o fenómeno ovni.

Así en los primeros documentos, la descripción del ser que se aparece ante ellos es completamente diferente:

"La Señora parecía tener unos quince años, medía un poco más de un metro de altura y llevaba un sayo blanco que daba luz y dorado, que no llegaba hasta los pies. La túnica tenía costuras doradas a lo largo y ancho como si estuviera acolchado. Tenía dos o tres cordones en los puños. No tenía cinto o faja en la cintura.

Estaba cubierta con una capa blanca y llevaba una esfera a la altura del pecho. Tenía algo en la cabeza que le cubría el cabello y las orejas. Sus ojos eran negros y tenía una gran belleza, hablaba sin mover los labios. Tampoco movía los pies al desplazarse y descendía hasta el lugar de la aparición por una rampa luminosa. No se parece a ninguna de las imágenes de Nuestra Señora o de otras santas que haya visto antes."

Un mes antes de que la entidad visitara oficialmente a los pastorcillos, un enigmático anuncio, publicado por un grupo espiritista local, apareció en el Jornal de Noticias de Lisboa firmado por Stela Matutina, que decía:

"La fecha del 13 de mayo será de gran alegría para los buenos espiritistas de todo el mundo. Tened fe y sed buenos. Ego sum charitas."

También anteriormente habían sido muchos los portugueses que aseguraban haber observado foo-fighters -pequeños objetos luminosos muy conocidos en la ufología-, incluso uno, según aseguran, llegó a golpear en la cara a una hermana de Carolina Carreira, vecina de los videntes. Otros afirmaron ver un globo plateado, un objeto en forma de escalera o «nubes» que iban en dirección contraria al viento.
«Achicharrados en aceite»

Un mes más tarde el fenómeno se volvía a repetir. A la hora indicada, un extraño vapor blanco rodeó a los niños, mientras la temperatura disminuía velozmente y la luz solar menguaba. Cuando Lucía comenzó a hablar mirando hacia la encina, muchos de los presentes pudieron escuchar un leve zumbido «como el de un enjambre de abejas», al que siguió una insólita «explosión».

"Cuando la visión empezó a alejarse, se oyó como la explosión lejana de un cohete y se vio levantarse en el espacio una nubecilla blanca. Todas las hojas de la encina se recogieron y plegaron hacia el oriente, como si la orla del manto de la Señora, al partir, hubiera pasado rozando sobre ellas."

Durante el tercer contacto con el ser celestial, le anuncia por primera vez a Lucía que en octubre se produciría un milagro para que todos creyesen, por lo que el 13 de agosto de 1917 ya eran unas seis mil las personas que se concentraban en torno al árbol esperando la llegada de los videntes. Pero estos no aparecieron.

Arturo de Oliveira Santos, alcalde de Ourem, distrito al cual pertenecían Fátima y Aljustrel, había sido el culpable de la ausencia. Su figura y cargo dentro de la masonería hacía que fuera un hombre temido e influyente. Nadie osaba a llevarle la contraria. Desde 1910, año en que triunfó la revolución en Portugal, acabando así con la monarquía, sacerdotes y religiosas habían sido perseguidos y encarcelados. Se prohibía acudir a orar al templo, ni mostrar iconos sagrados, produciéndose un mayor recrudecimiento al entrar Portugal en la Primera Guerra Mundial.

De Oliveira no podía consentir que todo por lo que había estado luchando en contra de la religión, se lo echaran a perder tres críos que decían ver a la Virgen. Así, llegada la fecha de la cuarta aparición, decidió «secuestrar» a los videntes y obligarles a desvelar su secreto. Tras ser encarcelados, se les advirtió: «Cómo no queréis obedecer a la autoridad, seréis achicharrados vivos en una caldera de aceite hirviendo». Uno a uno fueron interrogados, pero ninguno reveló las proféticas palabras que les había dirigido la «Señora».

Mientras pasaban por este trance, en la campa un fuerte estruendo seguido de un rayo partía en dos el firmamento. Poco después se divisaba una nube pequeña y transparente que durante algunos minutos permaneció flotando a baja altura.

A nadie le quedó la menor duda de que la «Virgen» había acudido a su cita.

Veinte mil personas, entre las que se encontraba el vicario general de Leira, se congregaban ya un mes más tarde y todas observaron cómo un globo de grandes dimensiones se desplazaba lentamente por el horizonte. Algunas personas aseguraron haber observado a un ser blanco antes de que la nave partiera en dirección al sol y comenzara a producirse una lluvia insólita:

"Parecían copos o pequeños pétalos de colores que desaparecían antes de posarse".

José Galamba de Oliveira afirmó:

"Después de ver el globo luminoso, comenzamos a ver como una especie de pétalos de rosas o flores de nieve que venían de lo alto y desaparecían un poco más arriba de nuestras cabezas, sin que los pudiésemos tocar".

Por su parte, el abogado Antonio Rodríguez da Silva aseguraba que «caían desde las alturas una especie de copos de nieve o de algodón en rama». En años posteriores, por lo menos en otras cinco ocasiones, se volvieron a producir estos fenómenos.

Esto me recordó que hace unos años, con motivo de las caídas de aerolitos que se estaban produciendo en el mundo, yo misma escribí una noticia en la revista Enigmas respecto a las lluvias insólitas que se venían dando desde la Edad Media; hallé un sinnúmero de ellas: de ranas, cruces, flores, pájaros...

También descubrí las de fibralvina, una sustancia que se asemejaba a la caída de Fátima -«una sustancia muy blanca que caía de lo alto en forma de flecos»- que en todos los casos había estado precedida de avistamientos ovni.

Por citar algunos de ellos, los «hilos de la Virgen» o también llamados «cabellos de ángel» -filamentos blanquecinos y evanescentes, compuestos en su mayoría por sicilio- fueron recogidos en las localidades portuguesas de Evora y de Romorantin en 1996. En septiembre de 1702, en Japón, tras tomar el sol una tonalidad rojiza, estuvieron cayendo durante varios días estas fibras de origen desconocido.
La danza del ¿sol?

Durante seis meses consecutivos, desde el 13 de mayo hasta el 13 de octubre, un «ser» se estuvo apareciendo a tres pequeños pastorcillos, Lucía, Jacinta y Francisco, de diez, nueve y siete años, respectivamente. Un gran milagro había sido anunciado para el último encuentro, un prodigio gracias al cual las visiones de Fátima se convirtieron en las más conocidas, reconocidas como auténticas por el Vaticano y por tanto autorizadas. Pasando a ser más tarde, la primera aparición aceptada del siglo XX.

Lucía, que era la única de los videntes que hablaba con ella, rezaba en espera de que «la Virgen» se les volviera a aparecer y realizara el anhelado prodigio. Hacia la una y media de la tarde, la niña gritó: «¡Miren al sol!» Toda la multitud repitió: «¡Atención al sol!» En ese momento, las nubes comenzaron a desaparecer y dejaron ver una gran esfera luminosa que no dañaba a los ojos y que oscilaba y giraba velozmente en torno a su eje mientras lanzaba una multitud de rayos multicolores hacia la tierra. Pasados tres minutos, el objeto volante se detuvo en seco.

Avelino Almeida, redactor jefe del periódico O Seculo que se encontraba en el lugar cubriendo el evento, relató así lo que presenció:

"Se ve a toda la inmensa multitud darse la vuelta para ver al sol, que se muestra libre de nubes en el cenit [...]. Es posible ver el contorno del disco sin el más mínimo esfuerzo. No quema, no ciega. Pero el sol tembló, el sol realizó movimientos bruscos nunca vistos, fuera de todas las leyes cósmicas. El sol «bailó», según la típica expresión de los campesinos".

En un momento dado, el ingenio comenzó a caer en vertical zigzagueando -«parecía que se desprendía del cielo»- sobre los allí reunidos. El pánico se apoderó de la gente -«¡Ay, Jesús, que aquí morimos todos!»-: algunos caían de rodillas y confesaban en voz alta sus pecados, otros corrían despavoridos y los más rezaban todo aquello que sabían.

Los doce minutos que transcurrieron hasta que el disco volvió a su disposición original se hicieron eternos. Con gran asombro se dieron cuenta de que el suelo se había secado repentinamente y que los ropajes de las personas que más cerca habían estado del objeto aparecían completamente ajados.

Un profesor de la facultad de Ciencias de Coimbra, el doctor Almeida Garrett, que había acudido al lugar con cierto escepticismo ante los acontecimientos que durante meses estaban acaeciendo en Fátima, fue testigo de la profecía y pocos días después relataba así lo que allí pudo contemplar:

"Yo miraba el lugar de las apariciones en un estado sereno, aunque frío, en espera de que algo pasara, y mi curiosidad disminuía, pues ya había transcurrido bastante tiempo sin que pasara nada que llamara mi atención. De repente escuché el clamor de miles de voces, y vi a una multitud desparramarse en aquel vasto espacio a mis pies [...] darle la espalda a aquel lugar, que hasta el momento había sido el foco de sus expectativas, y mirar hacia el sol en la otra dirección".

"Yo también me di la vuelta hacia el punto que atraía su atención y pude ver el sol, como un disco transparente, con su agudo margen, que brillaba sin lastimar la vista. Lo más sorprendente era que se podía mirar directamente al disco solar sin que los ojos se lastimaran o dañaran la retina [...] el disco giraba alrededor de sí mismo en un furioso remolino. Ocurrieron también cambios de color en la atmósfera. Todo había cambiado, adquiriendo el color amarillento de damasco viejo".

"Parecía como si la gente padeciera de ictericia [...]. Entonces, súbitamente, escuché un clamor, un grito de angustia de la gente. Fue como si el sol, en su girar enloquecido, se hubiera desprendido del firmamento y , rojo como la sangre, avanzara amenazadoramente sobre la tierra como si fuera a aplastarnos con su peso enorme y ardiente. La sensación durante esos momentos fue terrible".

Otras personas, como el doctor Domingo Pinto Coelho, aseguraban que habían visto al objeto:

"...unas veces rodeado de llamas muy vivas, otras aureolado de amarillo y rojo atenuado, otras veces pareciendo animado de velocísimo movimiento de rotación, otras aparentando desprenderse del cielo".

Cuando Lucía aseguró que la «Señora» se marchaba, la gente pudo contemplar cómo una pequeña nube ascendía hacia el cielo. El desasosiego volvió a gobernar el lugar.

-¡Hay alguien dentro del sol!

Muchos de los presentes, que incluso portaban binoculares, pudieron observar cómo dentro de aquel «globo de luz» se dibujaban unas figurillas muy luminosas. La propia Lucía declararía más tarde que vio a:

"San José, de medio cuerpo, vestido de blanco, con el Niño Jesús dando la paz al mundo. San José estaba a la izquierda del sol y bendecía al pueblo con su mano derecha. Parecía que hacía tres o cuatro cruces sobre el pueblo. A nuestra Señora del Rosario con un ángel a cada lado y a nuestra Señora de los Dolores..."

La Iglesia enseguida dio su veredicto. Lo que allí se había observado era la Sagrada Familia. Pero, realmente, lo que algunos pudieron contemplar dentro de la esfera que se volvió transparente eran tres «seres» antropomorfos que gesticulaban con las manos.

En numerosos casos de avistamientos ovni se han podido observar dentro de estos ingenios figuras muy parecidas a las descritas por los portugueses. Baste un ejemplo rescatado de mis archivos: en 1956, en Granja de Torrehermosa (Badajoz), veinte chicos que se encontraban jugando un partido de fútbol observan un objeto volante en forma de bala que se para a unos tres metros sobre ellos. En uno de los extremos del artefacto había una sección transparente y en su interior pudieron ver la cabeza y los hombros de dos seres que parecían estar saludando.

Unos días después de que se produjera el «milagro», se decidió acudir al Observatorio Astronómico de Lisboa en busca de una explicación meteorológica, pero el director de dicho centro, como muestra en su declaración en el periódico "O Seculo", no pudo ofrecer respuesta alguna:

"Si fuese un fenómeno cósmico los observatorios astronómicos lo detectarían con exactitud. Pero es precisamente eso lo que falta, el registro inevitable de alguna perturbación en el sistema [...] por pequeña que fuese".

Los más escépticos aseguraron que se trataba de una sugestión o alucinación colectiva debida al ambiente religioso y milagrero que se vivía en la campa. Pero el fenómeno no solamente fue visto en Cova de Iria. En cuarenta kilómetros a la redonda fueron decenas los testigos que de pueblos como Minde, Leirira o San Pedro de Muel -donde se encontraba el célebre poeta Alfonso López de Vieira- los que aseguraron haber visto el misterio lumínico. La hipótesis de la alucinación quedaba descartada..., por el momento.

Este fenómeno «solar» no es exclusivo de Fátima. Veinte años antes, en la localidad de Tilly-Sur Seulles (Normandía), el astro rey también «bailó», al igual que aconteció en Tyromestica (Checoslovaquia) el 27 de junio de 1947, donde después de que una «mujer» se apareciera a unos niños se produjo el «milagro del sol». Los vecinos de Herolsbach (Baviera) y de Acquaviva-Platani (Sicilia), en 1949 y 1950, respectivamente, observaron cómo el globo solar se les venía literalmente encima.

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