Un estudio de la Universidad Autónoma de Madrid.
Uno de los campos que más interés ha generado dentro de la criminalidad ha sido la relación de los jóvenes y las características que los hacen más vulnerables a la comisión de delitos y a la victimización de los mismos. Asimismo, también es abundante la literatura acerca del desempleo juvenil. La causa para la profusión de ambos tipos de estudios es evidente y pasa por el hecho de que las tasa de delincuencia y de desempleo entre los jóvenes son muy superiores a las del conjunto de la población. Sin embargo, la producción científica acerca de las condiciones económicas que influencian el comportamiento delictivo de los jóvenes es substancialmente menor. Pese a todo, algunos estudios merecen una atención concreta.
Hay que tener en mente, en cualquier caso, que los patrones delictivos de los jóvenes son peculiares en relación con los del resto del cuerpo social. En el caso de que se vean involucrados en actividades de delincuencia es muy inusual que los jóvenes se inmiscuyan en actividades profesionales de altos beneficios. Esto es así porque a tales negocios tan sólo se accede mediante el status logrado mediante la experiencia ganada en una carrera delictiva de largo plazo y mediante la asociación con otros criminales expertos, lo cual suele ocurrir por la vía del encarcelamiento. Por contra, los jóvenes suelen ocuparse en actividades de corto plazo, reiteradas y de alto riesgo en lo que suele definirse como grupos de delincuencia juvenil.
Como no podría ser otro modo, se ha tratado de explicar esta situación prácticamente universal de que los jóvenes generen la mayor parte de los delitos reportados a las fuerzas de seguridad desde una perspectiva motivacional. De este modo, se afirma que en etapas anteriores a la edad adulta se agudiza el conflicto entre grandes expectativas de consumo y enormes dificultades para acceder a los ingresos necesarios para satisfacerlas a través del mercado de trabajo. Los jóvenes son el objetivo de buena parte de la publicidad de los medios de comunicación de masas, que los presentan, en sus versiones más positivas, como el ejemplo a seguir por el resto de la sociedad y así se les incita a un consumo sin precedentes de posesiones materiales y de artículos de ocio. Sin embargo, un mercado de trabajo cada vez cerrado en el segmento de empleos estables, bien remunerados y con gratificantes condiciones de trabajo, que están copadas por los adultos, les niega a los jóvenes la independencia económica necesaria para satisfacer esas necesidades que, tras la reiteración publicitaria, se perciben como ineludibles. La confrontación entre ambos factores, entonces, sería generadora de un incremento de la motivación de los jóvenes hacia la delincuencia. Asimismo, el hecho de que los compromisos, fundamentalmente familiares, con otros individuos sean menores puede provocar en la práctica que su motivación hacia el delito sea más acusada puesto que se inhiben los costes de algunas de las consecuencias de las prácticas delictivas.
Por contra, la teoría de las oportunidades establece que la relación entre la delincuencia juvenil y el desempleo entre dicho grupo de edad sería negativa. En otras palabras, el empeoramiento de las circunstancias económicas reduce los índices de delincuencia juvenil. Puesto que el desempleo juvenil tiene a mostrar movimientos al alza y a la baja en la misma dirección que la tasa de paro general, en épocas de recesión aumentarán las posibilidades de que los jóvenes estén sometidos a una más extensa supervisión directa e indirecta por parte de los adultos, ya sea de sus familiares o de personas de su entorno. Asimismo, si el clima económico es expansivo y se incrementan las oportunidades laborales para los jóvenes, aumenta su poder adquisitivo y, consiguientemente, la cantidad de tiempo que pasan fuera del hogar, encontrando en la vida en su grupo de iguales nuevas oportunidades para la delincuencia, ya sea como víctima o como actor de la misma. El modelo de socialización juvenil suele estar marcado por posiciones al mundo adulto, el cual que tratan de transformar. En consecuencia, los ingresos dentro del mercado de trabajo por parte de los jóvenes no sólo no inhibirían las actividades delictivas destinadas a satisfacer sus necesidades sino que darían acceso a nuevas formas de delincuencia, en ciertos casos más violenta. Por último, dado que los jóvenes como grupo tienden a involucrarse en actividades delictivas de alto riesgo y escaso beneficio, precisamente aquellas disponibles para los individuos como menor poder adquisitivo y menor acceso a recursos importantes para las prácticas delictivas de mayor escasa, es previsible que cambios en la estructura de oportunidades tuviesen un impacto mayor en sus actividades que en el resto de la sociedad.
En cualquier caso, parece menos probable que los jóvenes obtengan ocupación en empleos bien remunerados, incluso durante las etapas aparentemente más prósperas desde el punto de vista económico. La propia situación de los jóvenes produce dos efectos contraproducentes que atenúan y agravan la situación de desempleo en comparación con otros grupos de edad adulta. Por una parte, es muy improbable que los jóvenes tengan ingresos propios discrecionales, tales como ahorros o subsidios estatales de desempleo, que les mantengan en un umbral de renta suficiente para afrontar las abundantes necesidades generadas. Debido a su posición relativamente baja en la pirámide ocupacional, sus esfuerzos por encontrar un empleo una vez despedidos obtienen menores recompensas. Además, los jóvenes suelen ser quienes actúen con más frecuencia como fuerza de trabajo discontinua que entran y salen del mercado de trabajo conforme cambian las condiciones económicas generales. Por otra, en la mayor parte de los casos los jóvenes conservan una red de relaciones familiares que les permiten enfrentarse a una situación de desempleo con un colchón que aminora la pérdida de rentas, normalmente bajas cuando están ocupados, provocada por el desempleo. Dicho de otro modo, muchos individuos en el final de la adolescencia y principios de la edad adulta continúan recibiendo recursos de sus padres, o de otros familiares, con lo cual se atenúan las dificultades generadas por el desempleo.
Por lo tanto, podría parecer que para los jóvenes el desempleo ejerce un mayor impacto positivo en términos de motivación y, además, una influencia negativa más fuerte mediante cambios de oportunidad que para los grupos adultos.
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