Para solucionar esta grave crisis todos los miembros de la comunidad educativa, deberían cambiar sus puntos de vista y enfocarlos hacia las auténticas necesidades y deseos de sus alumnos que les permita construir un verdadero sentido para sus vidas.
¿Son la intelectualización, individualización, sectorización, especialización, competitividad, evaluación, métodos con los que construir un sentido a la vida humana? Parece que no. Más bien todo lo contrario pues han construido un hombre egoísta que pierde el sentido de la relación correcta en sus conexiones, y opera en dirección opuesta a las leyes de la naturaleza. Llenamos la cabeza de los niños con conocimientos áridos, embotándolos como si fueran robots sin dejarles estudiar su propio yo y por consiguiente formarse como un ser humano.
Para construir este sentido de acuerdo a las necesidades y deseos de la nueva generación, la educación debería transmitir una “fuerza”, expresada en todos sus miembros, cuya influencia impulsara a los alumnos a aspirar conquistarla preguntándose continuamente ¿qué es?. Se trata de una “fuerza” de transformación que convierte al hombre en alguien sensible a los sistemas que lo circundan y lo hace capaz de medir sus conexiones mediante la ley natural del beneficio global.
Más que dar conocimientos, se trata de crear una “atmosfera” donde sentir esta “fuerza”. Para ello habría que posibilitar a los alumnos situaciones que deberían abordar y resolver mediante discusiones. En este proceso, cada uno a su manera y según su capacidad, alcanzaría finalmente el conocimiento por sí mismo. Cuando el alumno adquiere las cualidades de su maestro revela esta fuerza que reside en el.
Así pues por medio de la discusión el alumno construye su sentido en la vida. Antiguamente se solía designar un lugar particular en donde las personas venían a discutir los asuntos. Iban y venían libremente, escuchaban a los demás y expresaban sus opiniones. Gracias a las discusiones y al libre intercambio de opiniones, la persona se formaba y formaba parte de la sociedad.
Esa es la esencia de una escuela: la persona asiste para participar en una atmósfera agradable, benéfica para su desarrollo y adquirir esta fuerza humana que aspira al beneficio global.
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