14.1.09

LOS ESCARABAJOS SABEN CONTAR


Cuando hablamos de contar solemos referimos a un proceso aprendido y relacionado con el lenguaje: 10, 11, 12, 13, 14... Los humanos tenemos también, sin embargo, otros dos mecanismos para contar. No están relacionados con el lenguaje y son, en cierta forma, innatos. Uno de ellos lo compartimos, según un artículo publicado por investigadores de la Universitat de València en la revista Animal Cognition, con los escarabajos.

El primero permite a un bebé, a partir de los nueve meses de vida, evaluar de forma exacta el número de objetos que hay en un conjunto. Funciona, más o menos, explica Pau Carazo, estudiante de doctorado en el Instituto Cavanilles, como una "memoria fotográfica". Pero tiene un recorrido limitado: en el caso de los bebés el número de objetos contables llega hasta cuatro. En los adultos, hasta siete.

El segundo, llamado "sistema aproximado de número", detectado en los bebés desde los seis meses, no plantea ese tipo de límites pero, a cambio, no sólo no es exacto sino que se vuelve menos fiable cuanto más objetos hay. Es el mecanismo que nos permite saber de un vistazo que en un montón hay aproximadamente el doble de manzanas (digamos 30) que en el de al lado (15).

Un estudio recientemente publicado en Nature relaciona esta última capacidad con la habilidad que más tarde demostramos con las matemáticas. Simplificando: cuanto más eficaz es uno con el sistema aproximado de número, mejor se le da después hacer cálculos.

Los investigadores de la Universitat han publicado que el escarabajo de la harina (tenebrio molitor) también cuenta con esta capacidad. El mismo mecanismo se había descrito en unas cuantas especies (entre ellas la rata, el primate, la paloma, algunos peces). Pero sólo en otra especie de insectos: la abeja de la miel, según una investigación aparecida recientemente en la misma revista.

Dado que los escarabajos son casi ciegos, explica Carazo, para su experimento utilizaron olores. A los escarabajos varones se les ponía a un lado, por ejemplo, el olor de cuatro hembras; y al otro, el de dos. En su estrategia reproductiva, que no es monógama, el número es muy importante. Y los escarabajos elegían el mayor. Carazo (que firma el artículo con Enrique Font, Elisa Fortaleza y Ester Desfilis) asegura que para evitar desviaciones controlaban que la intensidad del olor en una y otra fuente fuera similar.

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