10.11.08

HISTORIA DE LOS YAKUZZA JAPONESES




Japón, uno de los países más disciplinados del mundo, también lo es a la hora de organizarse fuera de la ley... los japoneses son un pueblo especial, nada más hacer mención a que su edad media duró apenas medio siglo, o que los empleados de una empresa hacen huelga produciendo el doble para saturar el mercado del producto, o que a los empleados que lo hacen bien les regalan acciones de la empresa, nos da una idea de la mentalidad tan distinta a la nuestra que tienen los japoneses... también queda plasmada esa mentalidad extraña para nosotros a la hora de formar organizaciones clandestinas...

HISTORIA DE LOS YAKUZA JAPONESES

Es la Mafia japonesa. En la primavera de 1992, la policía de Tokio inauguró una línea telefónica directa para aquellos miembros arrepentidos que no sabían como abandonar la organización.

Los gangsters reformados quedan marcados para siempre a causa de la pérdida (en una violenta ceremonia de iniciación mafiosa) de alguno de los dedos pequeños del pie. En la prefectura de Kanagawa tentaban a los arrepentidos con una oferta que incluía la consulta con un cirujano plástico especializado en injertos de pies y manos.

Éstas patéticas estratagemas estatales son sintomáticas de una derrota sellada hace tiempo. Fichar a los 3.200 sindicatos y sus 88.000 miembros fue tarea harto sencilla, en especial por la total ausencia de discreción de la estructura. Los miembros de la Yakuza llevan el nombre de su pandilla impreso en las tarjetas de visita o en los letreros de sus despachos.

Tradicionalmente, los yakuza se dedicaban al control de la prostitución, el juego, y (más recientemente), las drogas blandas. Alguien debía hacerlo, y la policía no se inmiscuía demasiado. Pero durante los años 70, la yakuza extendió su radio de acción al alquiler leonino de pisos y, de ahí, al negocio de la construcción, introduciéndose en poderosos grupos inmobiliarios. A caballo del boom económico de la década siguiente su infiltración en el mundo financiero era notoria; sólo en 1989 habían ingresado en sus arcas 1300 millones de yens procedentes de chantajes comerciales, extorsiones y vaciado de empresas. Sin embargo, mientras los activos continuasen subiendo y la creciente riqueza postergara la investigación financiera, sus conexiones instituciones seguirían siendo invisibles. El colapso del mercado de valores dejó al descubierto los manejos que arruinaron compañías tan influyentes como Itoman, una empresa con un siglo de historia. Itoman cayó en las garras de un comerciante, Suemitsu Ito, que tenía contactos con la Yakuza a través de un coreano llamado Ho Yong Chung. Ito desvió fondos empresariales para comprar propiedades y obras de arte a Ho a precios hiperinflados , generando una deuda de 1400 millones de yens; sin ayuda de nadie, Ito lograba reducir una pujante empresa a escombros.

Éste fraude en particular se hizo público en septiembre de 1990; para entonces ya nadie dudaba que la presencia de la Yakuza en la sociedad japonesa era vastísima. Una investigación policial relativa a 2.106 establecimientos de Tokio demostró que un 41 % habían recibido ofertas difícilmente rechazables por parte de la mafia. La tercera parte había aceptado los términos que resultaban más jugosos cuanto mayor fuera la empresa en cuestión. La conexión entre el mundo del hampa, el mundo empresarial y la política se hizo patente a raíz del descubrimiento de que el Primer Ministro Noboru Takeshita se había asegurado el nombramiento mediante un acuerdo con la banda Inagawikai, la más importante yakuza de Tokio. Y en 1992, ante la aprobación de las primeras y tímidas medias antimafia, la yakuza respondió llenando las calles de manifestaciones y marchas de protestas.

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