Está muy de moda desde hace varios meses el tema del llamado "terrorismo de hogar", que no es ni más ni menos que el abuso físico (aunque últimamente el colectivo de feministas también incluyen el psíquico) del hombre hacia la mujer, aunque también existen casos contrarios, es decir, los que la mujer inflige al hombre, y que son exactamente iguales a los de él, aunque son menos corrientes (o menos dados a conocer), por lo que me centraré más en los primeros, aunque de vez en cuando recale en los segundos.
Ocurre en ésta sociedad de consumo y bienestar (como en el resto de los países mal-llamados desarrollados) que con frecuencia, el hombre abusa de su poderío físico para, de alguna forma, intimidar a su compañera. Unos se dedican a darles soberanas palizas y mandarlas al hospital, otros no les ponen la mano encima, pero las torturan mentalmente hasta anular su personalidad, y otros mezclan las dos acciones en un afán de creerse con la verdad suprema en cualquier acción que realicen, esté bien o mal. Si está bien, porque está bien, y si está mal, encontrando un razonamiento de autoconvencimiento que tan sólo ella aprueba (delante de él) por miedo a represalias y porque "es mejor dejarlo que diga lo que quiera, no merece la pena discutir con él, si es feliz diciendo eso, pues ya está". Pues no, yo creo que no está , y es que si hay algo bonito en ésta vida (entre otras muchas se puede incluír), es la capacidad que tenemos los humanos para pensar, y poder explicar nuestros motivos y nuestros convencimientos; si te anulan esa posibilidad, estás perdido, eres un don nadie, te limitas a actuar como el ganado: no protestas, y si lo haces, palo que te crió, comes cuando te lo dan, fornicas cuando te deja el amo, y le das tu cría cuando él lo dice. Si a alguien le gusta vivir así, lo siento, pero no puedo darle la enhorabuena, porque eso es lamentable. ¡Y las hay que piensan así!.
De todos modos, aquellas que son víctimas de ésta situación y en el momento de ocurrir los hechos se dirigen al Cuartel de la Guardia Civil o al Juzgado más próximo, y presentan la correspondiente denuncia por malos tratos, lesiones, etc... y al día siguiente, cuando ellos, totalmente arrepentidos les piden perdón, pero no le pueden asegurar que lo vuelvan a hacer, regresan ellas al sitio de la denuncia diciendo que si la pueden quitar, que les perdonan; y si no la pueden quitar, cuando llega el juicio, dicen ante el Juez que el marido (o pareja) se encontraba bajo fuertes presiones o stress, o al borde de un "delírium tremens" (cualquier excusa es buena), y que no lo ha vuelto a hacer, que es bueno, que lo quiere, y todo el rollo derivado de las telenovelas que han visto; aquellas, aquellas no tienen ni la menor idea del daño que están haciéndose a sí mismas y a las personas que las quieren (porque, por lo general, siempre se cuenta a alguien el apuro por el que estás pasando). Detrás de esa vez siempre viene otra, y después otra, y entonces la situación se torna irreversible.
Es muy normal que las mujeres (repito, hablo de ellas por ser el caso más común) pongan como excusa que tienen hijos y que ellas por sí solas no pueden mantenerlos: POR AMOR DE DIOS, esos son pensamientos del siglo XIX, en el que las mujeres se eran educadas para adorar al marido y ser sus esclavas, coser, lavar, y tener hijos; eso hoy en día no ocurre, existen centros de acogida a mujeres maltratadas repartidos por toda la geografía del territorio nacional, donde recibirá información puntual y gratuíta de cómo hacer frente al problema, incluso desde el punto de vista judicial, las recogen en ellas, a sus hijos, las reintegran a la sociedad, (no ocurre así con los hombres maltratados), incluso, pasado un tiempo, les procuran un trabajo desde el que mantenerse a sí mismas y a sus hijos, disponen de gabinetes psicológicos; y la guinda del pavo es que en cada Ayuntamiento, o eso creo, existe una figura que es independiente políticamente que se llama Asistenta Social, bastión ineludible para los primeros pasos de cualquier problema dentro de casa.
Además, en éstos casos, por un porcentaje muy alto en caso de separación, la mujer es la que consigue la Patria Potestad de sus hijos, quedando al margen la posible denuncia que el marido pueda interponer por abandono de hogar, puesto que ella siempre puede alegar que lo hace en defensa de su vida y la de sus hijos, o por miedos, coacciones, anulación de personalidad, etc... y creo que es un paso muy importante para la sociedad poder contar con éstos servicios de atención al más débil dentro de ella, aunque sean casos puntuales y no colectivos como un mal de ella en sí misma. Creo, de todos modos, que los hombres en ese aspecto estamos muchos más desamparados, porque aunque no lo queramos reconocer, seguimos estando en una sociedad machista, donde nosotros somos los fuertes, y reconocer que una mujer nos pega, nos puede resultar abochornante ante nuestro círculo en sociedad, mientras que el caso contrario causa respeto y lástima, pero eso es otro tema que quizá algún día aborde.
Puede ser que se caiga en una espiral de comportamiento, es decir, pego, denuncia, pido perdón, se anula la denuncia, pero eso me parece un tópico.
CONCLUSIÓN: éstas cosas ocurren quizá, en la mayoría de los casos, porque nosotros mismos las provocamos: unos como agresores y otros como víctimas.
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